Llegados a la mitad del templo, los Linternas se encontraron con un obstáculo dificil de superar: una enorme sala repleta de magma donde ni magia ni psiónica funcionaban. La única forma de atravesarlo era ir accionando una serie de palancas colocadas al final de tres pasillos; para hacerlo, habían de pasar por tres salas sucesivas llenas de trampas: la primera, por la que cruzaba un rio de magma, estaba repleta de estatuas, algunas de las cuales se animaban y trataban de arrojarles al fuego; la siguiente, llena de profundos pozos ocultos bajos suelos ilusorios, era la guarida de cinco gárgolas guardianas, que acechaban pacientes, inmunes mientras no se movieran, a que alguien se colocara cerca de un agujero para intentar arrojarlo en él; la última, oscura y de techo bajo, estaba llena con cientos de alambres cortantes esperaban para saltar y rebanar al incauto. Aunque les llevó bastante tiempo, ya que los Linternas fueron prudentes en su acercamiento, eso les permitió atravesar las salas sin sufrir apenas algún rasguño, aunque con un considerable gasto de potencial mágico.
En la primera de las salas encontraron los cuerpos de dos Grantrasgos (u hobgoblins para los puristas...), supuestamente enviados por el Daask a recuperar el códice. Un examen detallado de los cuerpos reveló que uno tenía el cuello roto limpiamente, mientras que el otro estaba desecado, con la vida succionada; aunque el lobo de Araia detectó el olor de los asesinos, pertenecía a una criatura no natural, cuyo olor no reconoció. El descubrimiento les hizo pensar en el Daask y en que harían una vez el códice en su poder: ¿se lo entregarán al Daask para ascender más rápidamente y así cumplir su misión de eliminar la organización lo antes posible, o por el contrario se lo darán al gobierno y dirán que no lo han encontrado para evitar la plaga de males que el códice puede desatar en malas manos?; ¿podrán utilizarlo ellos mismos y generar su propio ejercito demoníaco...?
Mientras debatían las opciones, pulsaron la última de las palancas, que soltaba los cerrojos de la puerta de sálida a la siguiente sala; justo antes de que el ruido del pestillo alertará a los ocupantes de la misma y se callaran, Takhisis pudo escuchar: "el acceso al verdadero Códice ha de estar en esta hab..." Prevenidos ambos grupos de la existencia del otro, solo quedaba abrir la puerta y ver a que se enfrentaban: dos Grantrasgos, macho y hembra, con las armas dispuestas, esperaban en una especie de biblioteca dedicada por entero al tema del Códice de hierro; Grigori se acercó en postura conciliadora y les dijo, no sin sospechas y reticencias, que ellos servían al Daask, a lo que los trasgoides respondieron que ellos también lo hacían. Nit, invisible, afirmó por el circulo de sónido "mienten", así que sin más preambulos se enzarzaron en una peligrosa refriega. A pesar de ser solo dos, los trasgos sorprendieron a los Linternas demostrando ser duros oponentes: reducción al daño, resistencia a conjuros, y buenas armaduras tanto en el macho, hechicero, como en la hembra, guerrera; con el potencial mágico severamente reducido tras las salas anteriores, y sin saber como atravesar la reducción al daño, los Linternas pasaron grandes apuros, pero consiguieron abatir a sus oponentes sin bajas, descubriendo al morir estos que no eran Grantrasgos sino una especie de tigres con forma humanoide. Ahora solo queda buscar el Códice en esta parte del templo y decidir que hacer con él...
En la primera de las salas encontraron los cuerpos de dos Grantrasgos (u hobgoblins para los puristas...), supuestamente enviados por el Daask a recuperar el códice. Un examen detallado de los cuerpos reveló que uno tenía el cuello roto limpiamente, mientras que el otro estaba desecado, con la vida succionada; aunque el lobo de Araia detectó el olor de los asesinos, pertenecía a una criatura no natural, cuyo olor no reconoció. El descubrimiento les hizo pensar en el Daask y en que harían una vez el códice en su poder: ¿se lo entregarán al Daask para ascender más rápidamente y así cumplir su misión de eliminar la organización lo antes posible, o por el contrario se lo darán al gobierno y dirán que no lo han encontrado para evitar la plaga de males que el códice puede desatar en malas manos?; ¿podrán utilizarlo ellos mismos y generar su propio ejercito demoníaco...?
Mientras debatían las opciones, pulsaron la última de las palancas, que soltaba los cerrojos de la puerta de sálida a la siguiente sala; justo antes de que el ruido del pestillo alertará a los ocupantes de la misma y se callaran, Takhisis pudo escuchar: "el acceso al verdadero Códice ha de estar en esta hab..." Prevenidos ambos grupos de la existencia del otro, solo quedaba abrir la puerta y ver a que se enfrentaban: dos Grantrasgos, macho y hembra, con las armas dispuestas, esperaban en una especie de biblioteca dedicada por entero al tema del Códice de hierro; Grigori se acercó en postura conciliadora y les dijo, no sin sospechas y reticencias, que ellos servían al Daask, a lo que los trasgoides respondieron que ellos también lo hacían. Nit, invisible, afirmó por el circulo de sónido "mienten", así que sin más preambulos se enzarzaron en una peligrosa refriega. A pesar de ser solo dos, los trasgos sorprendieron a los Linternas demostrando ser duros oponentes: reducción al daño, resistencia a conjuros, y buenas armaduras tanto en el macho, hechicero, como en la hembra, guerrera; con el potencial mágico severamente reducido tras las salas anteriores, y sin saber como atravesar la reducción al daño, los Linternas pasaron grandes apuros, pero consiguieron abatir a sus oponentes sin bajas, descubriendo al morir estos que no eran Grantrasgos sino una especie de tigres con forma humanoide. Ahora solo queda buscar el Códice en esta parte del templo y decidir que hacer con él...