lunes, 12 de septiembre de 2011

La guerra de la Cuchilla (parte I)


Tras haber recibido el justo pago por rescatar los "datos genéticos", algunos habrían tenido ganas de descansar, o tal vez gastarse la bien ganada paga; Lince tenía ganas de revancha... Escoltada por Diego, Indie y una herida Godiva se encaminó al corazón de la Zona de combate, al encuentro del propio Acuchillador: gracias a sus contactos con las bandas de Nueva York se le había concedido audiencia, y su escolta formada por veteranos cuchillas les permitió atravesar la zona sin problemas hasta llegar al cuartel general de la Cuchilla Sangrienta, un hotel de varias plantas rodeado de escombros, repletos de enormes cyborgs psicóticos de piel blindada e implacables ojos infrarrojos que los observaban desde las sombras...
Godiva se quedó en el transporte, mientras los demás atravesaban a pie el peligroso campo abierto precedidos por un poderoso y claramente dopado coloso de acero y destripadores, que los introdujo dentro del ruinoso hotel; en su interior, casi todos los tabiques habían desaparecido, dejando un gran patio central abierto que recorría el edificio en su totalidad, rodeado por los antiguos pasillos de las habitaciones. En ellas, los más antiguos y locos miembros de la cuchilla, cual guardia de corps, rodeaban el espacio central y el piso superior en el que el Acuchillador observaba el centro de su poder desde un balcón abierto sin barandilla: con el metal sobresaliendo por entre las múltiples heridas y cicatrices del pecho, y la carne de los brazos obscenamente fusionada con el metal, el lider de la Cuchilla apenas era consciente de su presencia mientras pulsaba el inyector de su cuello y sentía fluir una dosis más...
Lince expuso sus peticiones/información: los payasos habían invadido su territorio, había que hacer que lo pagasen tanto ellos como sus amos mafiosos, sin olvidar a los policías corruptos que lo habían cubierto todo. Nada impresionado, el acuchillador miro de arriba a abajo a la otrora famosa pandillera, y le preguntó si conocía el dolor; sus ojos llenos de locura y velados por las drogas taladraban a Lince en busca de eso mismo, pero solo encontró el nuevo sendero de humanidad que había escogido recientemente, y que le desagradaba profundamente. Decidido a que mostrase sus cartas, la azuzó para que acabase con Diego; al sacar ésta su pistola, demostró haber perdido el camino definitivamente, alejándose de sus enemigos para matarlos sin sentir su sangre en las manos. Con reflejos inhumanos se abalanzó sobre ella y lanzó su mutilado cuerpo al patio de abajo, mientras sus seguidores la acuchillaban sin cesar en su larga caída. Sin embargo, antes de llegar al suelo, un enorme brazo blindado la recogió amorosamente: había que reconstruirla y recordarle el camino del dolor... Diego no era interesante para el lider de la Cuchilla, pero cuando le presionó respondió sin amedrentarse; divertido, el Acuchillador decidió que bajo tregua había llegado y de igual forma podía marcharse: Lince se uniría a sus filas y este pequeño advenedizo no le servía excepto como testigo de su fuerza y poder. En cuanto a Indie, que poseía más metal que ninguno de ellos pero lo ocultaba bajo falsa piel, estaba más cerca y más lejos de la verdad que nadie; sólo si se liberaba de la falsa humanidad y se unía al camino de la Cuchilla se le permitiría vivir. Le mostró el último instrumento con el que enseñaría la verdad del metal a Night City: una Punknaught en construcción. Uno de los lugartenientes del Acuchillador encendió su lanzallamas para liberar a Indie del lastre de la carne, pero ella no pensaba dejar que nadie le hiciera tal cosa: lo hizo ella misma. Impresionado y complacido, el Acuchillador arengó a sus fieles sobre la batalla que venía, momento en el que los mercenarios contratados por Lince para cubrir su entrada en la Zona actuaron quirúrgicamente eliminando a los cyborgs que operaban a LInce y sacándola rápidamente... en planeador. Mientras subía al armadillo Diego escucho disparos y pudo ver como una destrozada pero aún viva Lince y dos mercenarias más se abrían camino por el cerco de ruinas infestadas de cyberpsicópatas que rodeaba el cuartel de la cuchilla para después ganar altura y perderse en la noche...